Foto de Portada Erin McGinn
El amor, el amor, el amor…
Todo el tiempo escuchamos acerca de él y es debido a que es uno de los sentimientos que viven con nosotros desde que nacemos, viene en diferentes formas, diferentes presentaciones y formatos con su respectivo empaque, todos ellos distintos; incluso podemos mencionar que muchas veces, tristemente, ya trae fecha de caducidad. Y no solo eso, sino que además incluye en el paquete de issues que, si bien le otorgan bondadosas características, también lo han convertido en una seductora meta llena de riesgos y obstáculos que la hacen parecer casi inalcanzable, toda una odisea, un mito y toda una proeza o triunfo por el cual “vale la pena luchar por obtener”.
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Realmente éstas y muchas razones más hacen que día a día nuestra concepción sobre el amor, que por un lado ya se ha enraizado con un significado construido por la sociedad, también, haya comenzado a extender su follaje con nuevas ramas y perspectivas que se van sumando a esta gran significación colectiva.
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Dentro de estas ramificaciones existe algo que, aunque se escucha resonar constantemente, parece ser a veces, una de las versiones del amor más olvidadas y esta es el amor propio. El amor propio es un tema del que no siempre se habla desde temprana edad en la vida de las personas y, a decir verdad, muchas veces hay quienes, triste y lamentablemente, nunca sabrán del todo de que se trata.
El amor propio, como la mayoría de las cosas en la vida, no contempla una receta mágica que se pueda seguir al pie de la letra para poder enriquecer este aprecio que nos debemos a nosotros mismos, aunque si podríamos decir que existen ciertos aspectos que ayudan a consolidarlo y afianzarlo en cada uno de nosotros. Estos aspectos no implican una jerarquía, ya que son igual de importantes, tampoco merecen un orden ya que lo ideal es que vayan de la mano para lograr más cosas y mejores versiones de este amor propio.
Como primero podemos hablar de la aceptación y es que la aceptación es una de las cosas que se dificulta para muchos, no solo en la parte que involucra el reconocimiento de nuestros errores y elementos ineludibles como condiciones internas e incluso externas, sino también la dificultad para aceptar nuestras virtudes o la cierta dificultad que se presenta al coexistir con las realidades que giran alrededor de nosotros y que también forman parte de la vida.
Considerando la aceptación como parte de un proceso que envuelve más fragmentos, debemos pensar en que al igual que otras cosas, debe comenzar por algo, y uno de los puntos de los que puedes partir es el análisis y la reflexión, lo cual puedes poner en práctica siendo sincera contigo misma y segundo, poniendo atención a tus emociones, pensamientos y acciones, sin dejar de considerar lo que terapeutas, artistas, filósofos y escritores han repetido a lo largo del tiempo: Nadie es perfecto.
Otro de los puntos que podemos considerar para alimentar nuestro amor propio es la positividad, ¡Sí!, aunque no lo creas, ser positivo funciona cuando se vuelve un hábito, incluso existen estudios que demuestran que si se recurre con frecuencia a la positividad esta comienza a establecerse y a formar parte de nuestras acciones y formas de pensar en cierto modo en automático, es decir, entre más se practica, más se logra fundir como un pensamiento que ha llegado para quedarse y convertirse en una forma de vida. De actitudes está hecho el mundo así que no temas a ser positiva y deja que esa energía haga su magia.
Por último y no menos importante, debes pensar en hacer cosas que te produzcan felicidad y no lo digo como una recomendación que vaya dirigida al hacer por hacer, sino por lo que se puede obtener con ello. La felicidad es la mayor fuente de virtudes, convicciones y estabilidad, con ella puedes tener una visión distinta del mundo y de las cosas. Rodearte de buenas personas, el ejercicio, la alimentación, la música, etcétera, son algunas de las cosas que ayudan a estimular la felicidad y con ello conseguir momentos que te permitirán observar todo aquello bueno que tienes y que hay en ti.
Si bien, estas recomendaciones son solo una pequeña parte de lo que puedes contemplar para alimentar tu amor propio, también buscan mostrar que en conjunto es como logran ofrecer grandes y hermosos beneficios para ti, para después compartirlos y transmitirlos a los que te rodean.
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