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“Siéntate bien”, “No pongas los codos en la mesa”, “No hagas ruidos al comer”. Estas son algunas de las instrucciones que recibimos cuando éramos niños y que, probablemente, no siempre seguimos, pero ¿de dónde vienen estas reglas? ¿En qué momento los humanos decidimos que existía una forma correcta de comer? La historia nos muestra un largo y complicado recorrido en el que la humanidad aprendió a esconder sus instintos más animales y los cambió por lo que hoy llamamos buenos modales.

En un principio, las personas vivían en comunidades pequeñas, habitaban cuevas por temporadas o vivían a la intemperie, esto significaba que los humanos estaban acostumbrados a hacer todo en público; no tenían sentido del espacio personal, de la privacidad o de la vergüenza. No fue sino hasta que el imperio Romano tomó fuerza que las personas comenzaron a bañarse semanalmente, se popularizó la costumbre de lavarse los dientes, depilarse y también sentarse para comer. Ellos pensaban que este tipo de conductas y, el sentido general de la higiene, los distinguía de otros pueblos que comenzaron a llamar “bárbaros”.

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En Francia, a principios del siglo XII, la reina Leonor de Aquitania contrajo matrimonio con el rey Enrique II de Inglaterra, sin embargo, notó que las costumbres y el trato de su nuevo esposo no eran particularmente refinados. Como no era bien visto en aquel entonces que una mujer dijera las cosas que le molestaban, Elena contrató a un trovador popular para que le escribiera un poema de amor a su esposo en el que detallaba exactamente cómo le gustaría que la tratara y cómo debería comportarse en público. Fue de esta ingeniosa manera que se escribió el primer esbozo de un código de conducta social y así, sin quererlo, nació la idea de la caballerosidad, concepto que se popularizó rápidamente por toda Europa.

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A partir de ese momento siguió una época de refinamiento en Occidente, se produjeron en la isla de Murano las copas más frágiles jamás creadas, la debilidad del material era deliberada, la intención era obligar a los comensales a ser más cuidadosos al tomar y comportarse delicadamente para no romper la cristalería. Catalina de Medici introdujo a la aristocracia los tenedores; instrumentos extraños para la época que sustituían al empleo de las manos al comer. El uso de utensilios transformó la cocina, los bocados eran cada vez más pequeños dando como resultado el nacimiento de varias costumbres que conservamos hasta el día de hoy como el masticar de manera discreta, el uso de la servilleta o el acomodo de los cubiertos a los lados del plato. Esto; una vez más, distinguía a la clase educada y civilizada de los “salvajes”.

Actualmente existen reglas en la mesa, algunas siguen siendo estrictas como el siempre esperar al anfitrión para sentarse a comer y otras más relajadas como la posibilidad de disfrutar unos tacos con las manos. En general todas se pueden deducir utilizando el sentido común: los cubiertos se van usando de afuera hacia adentro según la necesidad de cada platillo, la servilleta de tela va siempre sobre las piernas para proteger la ropa, el plato de pan se encuentra del lado izquierdo del comensal y las copas del lado derecho porque es lo que resulta más cómodo para la mayoría de las personas, evita usar tu celular y agradece siempre a quien te sirve. Al final se trata de disfrutar la comida sin tener que darle muchas vueltas, mientras estemos en buena compañía y tengamos un mínimo sentido de los buenos modales, todas las reglas pueden, si no romperse, al menos doblarse.

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