Balenciaga

El pasado miércoles 9 de julio, en un salón histórico de la Avenue George V de París, el silencio se volvió emoción y la pasarela se transformó en testimonio. Demna presentó su última colección para Balenciaga. Una despedida íntima, sobria, cargada de nostalgia, donde el diseñador georgiano cerró —a su manera— una de las etapas más disruptivas del lujo contemporáneo.

La visión radical que se convirtió en ícono

Demna Gvasalia llegó a Balenciaga en 2015 y lo cambió todo. Con él, los códigos de la maison se desarmaron y recompusieron en una nueva gramática visual: irónica, arquitectónica, incómoda por momentos, y ferozmente contemporánea. Redefinió la silueta. Introdujo la estética del exilio, del volumen imposible, del streetwear elevado a la alta costura. En ocasiones rozando lo caótico y disruptivo, pero marcando la pauta de lo que se esperaba de la casa de moda.

Bajo su dirección creativa, Balenciaga pasó de ser una casa de herencia reverenciada a un manifiesto vivo de lo que significa la moda como reflejo —y crítica— del presente, pero en su última colección, el diseñador no gritó. Susurró.

Balenciaga
Fotos: Sitio oficial Balenciaga / © High Jewelry by Lorraine Schwartz

Alta costura sin artificios: el desfile como despedida

La colección fue presentada en el mismo lugar donde Cristóbal Balenciaga mostró sus diseños originales, rindiendo tributo sin replicar. La paleta fue mayoritariamente negra. Las formas, puras y deliberadas. Nada fue ostentoso, pero todo hablaba. Era como si Demna decidiera, en su salida, rendirle respeto al fundador a través de la contención.

En lugar del habitual juego de provocaciones visuales o los guiños virales que definieron buena parte de su legado en la maison, el diseñador optó por una propuesta centrada en la construcción pura. El desfile se abrió con sastrería de líneas limpias: trajes de hombros marcados, cinturas perfectamente entalladas y abrigos que rozaban el suelo con una presencia escultórica. Todo estaba calibrado al detalle, sin excesos, como si el diseñador quisiera mostrar que su radicalidad también podía habitar la contención. Solo un maletín dorado —casi como un susurro de ironía— rompió con la sobriedad del conjunto.

Fotos: Sitio oficial Balenciaga

El verdadero lujo, sin embargo, estuvo en la ejecución. Cada prenda evidenciaba horas de meticuloso trabajo artesanal: desde tejidos nobles como la lana y el crepé hasta acabados tan precisos que hablaban por sí solos. La colección, que incluía tanto piezas masculinas como femeninas, exploró el volumen con madurez, dejando espacio para que el cuerpo respirara sin perder estructura. Los vestidos flotaban más que se ceñían; los trajes masculinos revelaban una impecable adaptación anatómica, sin rigidez. Fue una colección que hablaba con pausa, con intención, y que puso el foco en lo esencial: la forma, la caída, la costura. Una despedida sin dramatismo pero cargada de peso simbólico.

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Modelos como Kim Kardashian —envuelta en un vestido esculpido con joyas históricas de Lorraine Schwartz— caminaron con serenidad, casi en cámara lenta, como si supieran que estaban en un momento irrepetible. Isabelle Huppert, Naomi Watts, y su hija Kai también fueron parte del front row estelar que respiró el adiós con solemnidad.

Y como en cada cierre que merece ser recordado, lo importante no fue lo que se gritó, sino lo que se dejó sentir.

Balenciaga
Fotos: Sitio oficial Balenciaga / © High Jewelry by Lorraine Schwartz

Demna deja Balenciaga en la cima. Tras una década, se despide para asumir un nuevo rol como director creativo de Gucci a partir de septiembre de 2025, en lo que promete ser una nueva sacudida estilística dentro del universo Kering.

Mientras tanto, Balenciaga también comienza un nuevo capítulo bajo la dirección de Pierpaolo Piccioli, quien aportará una visión más clásica y poética, anunciando así una transición de lo provocador a lo romántico.