matrimonio

Mucho hay de cierto en la expresión “el matrimonio tradicional ya no existe” y es que, a lo largo de los siglos, la institución del matrimonio ha cambiado radicalmente, lo que antes era aceptado, ahora ya no lo es e incluso, muchos de los preceptos que se creen “novedosos” o de reciente implementación, en realidad, provienen de tradiciones mucho más antiguas de lo que creemos.

En Esparta —alrededor del siglo X a.C.— el matrimonio era un pacto entre el padre de la novia y el novio, en un intento por ampliar las posesiones. Sin embargo, la homosexualidad era ampliamente aceptada, incluso posterior a contraer nupcias, pues aquello era considerado una simple moneda de cambio mientras que los hombres deberían volver con los suyos.

La influencia eclesiástica

Con el paso del tiempo, algunas cosas comenzaron a cambiar. Con el poder De la Iglesia durante la Edad Media, se institucionalizó la monogamia y se prohibieron los lazos de consanguinidad. Ahora, el matrimonio no era un acto que se realizaba ante el hombre, sino que era una promesa de por vida ante Dios, prohibiendo también el divorcio (de eso bien sabe Enrique VIII). No obstante, con el surgimiento de otras religiones y su posicionamiento entre los feligreses, algunas de ellas —como los mormones— defendieron la poligamia (aunque en la actualidad está estrictamente prohibida), en algunos países musulmanes, por el contrario, siguen aceptando abiertamente la práctica de tener más de una esposa al mismo tiempo.

No obstante, durante varios siglos, el matrimonio continuó siendo una moneda de cambio. Durante este tiempo, las mujeres eran desposeídas de todo lo que tenían, debían ser obedientes y sumisas ante sus esposos y ni pensar en comprar alguna posesión… Fue en 1856 cuando las mujeres lucharon por su derecho a gozar de la remuneración de un trabajo.

Triunfa el amor

Durante la Ilustración y la Revolución Industrial, la idea del matrimonio comenzaría a cambiar, acercándose más a las concepciones contemporáneas de esta práctica. Es entonces cuando comienzan las primeras movilizaciones de congregaciones feministas, la llamada primera ola del movimiento. En donde las mujeres pedían el respeto por su dinero, posesiones y la libertad de decidir con quién pasarían el resto de su vida.

Durante el siglo XIX, en especial con la llegada del Romanticismo, el amor sería por fin, un factor de decisión en el matrimonio. Es entonces cuando la literatura, el arte y las expresiones de la época, comenzaron a introducir la noción del enamoramiento a las parejas.

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El matrimonio de la reina Victoria con el príncipe Alberto sería uno de los grandes ejemplos que moldearían la cultura colectiva de la era victoriana. A menudo, la reina de Inglaterra se refería a su matrimonio como uno basado en el amor —a pesar de que había sido el resultado de linajes e intereses de la realeza— lo que se propagó entre la sociedad, creyendo que el amor podía triunfar y todos podían encontrar a su otra mitad en algún lugar de las calles de a Londres Victoriana.

Sin duda, el siglo XIX se anotó una victoria en lo que amor respecta, pero no todo estaba ganado.

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Una nueva revolución

Si bien ahora la mayoría de los matrimonios tenían el factor amor en común, los roles de género estaban perfectamente bien definidos. El hombre era el pilar de la familia, responsable de traer a casa el sustento, de trabajar y ser quien se encargara de los temas económicos. Mientras que la mujer debía limitarse a quedarse en casa encargarse de las labores del hogar, tener todo perfectamente listo para la llegada de su marido a la casa y, por supuesto, convertirse en madre y criar a los hijos.

La llegada del siglo XX fue una nueva revolución, un nuevo milenio abría la posibilidad de reescribir las reglas. Se abrieron las puertas a nuevas concepciones y a la posibilidad de la liberación femenina.

Poco a poco, se comenzaron a despertar inquietudes, las mujeres ya no querían permanecer en casa, buscaban un rol más activo tanto en la sociedad como en un su matrimonio (encima, ya no querían ser las esposas asexuadas que se pretendía en el siglo pasado).

Para este momento, los matrimonios por conveniencia ya eran exclusivos de la aristocracia y la realeza. La unión por interés estaba completamente desacreditada, la religión comenzó a perder fuerza en la vida privada y los matrimonios fueron lentamente alejándose de las nociones De la Iglesia.

Este siglo también se anotó una victoria: la apertura para con los divorcios, que comenzaron a ser más comunes en tanto que las mujeres buscaban su libertad e independencia en diferentes áreas de su vida.

Época actual

Hablar del matrimonio en la actualidad tiene muchas vertientes. Muchos estigmas se han roto, muchas prácticas se han revolucionado y los obstáculos a los que se enfrenta hoy esta institución no están ni cerca de ser los mismos del siglo pasado.

Los divorcios son una constante, quizás mayor que la celebración de las propias bodas, sin embargo, el amor no ha muerto… el concubinato ahora es una de las prácticas más comunes.

Durante los años 70s, la liberación sexual fue una de las principales movilizaciones que impactaron la forma en la que evolucionaron las prácticas relativas al matrimonio. Se rompieron tabúes alrededor de lo permitido y lo prohibido, las mujeres pudieron comenzar a gozar de una vida sexual mucho más plena, alejándose de la inmoralidad que rodeaba cualquier práctica fuera del matrimonio —en la soltería— o incluso dentro del mismo. Los esfuerzos de esta lucha siguen vigentes hasta la actualidad, permitiéndole a la sociedad vivir sin tabúes y disfrutar libremente de una vida de placer.

Como en cada siglo, la percepción del matrimonio y la celebración de las bodas dentro y fuera de la religión son distintas de un país a otro, aún en la actualidad, en países de Asia se cree que las mujeres pueden enamorarse pero que deberían de pensar en factores económicos y laborales para elegir a un marido y no en los sentimientos. Los musulmanes aún consideran que las mujeres deben de ser sobretodo obedientes ante su marido, la sexualidad es un tema aún restringido y la iglesia católica ha perdido un gran número de feligreses en el último siglo.

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En México, fue en julio de 1859 cuando, en plena Guerra de Reforma, se expidió la Ley del Matrimonio Civil, aunque no fue sino hasta 1929 cuando comenzó a ser una obligación tener el acta de matrimonio expedida por la ley para hacer valido cualquier tipo de obligación y/o derecho al rededor de dicha práctica.

Hasta la actualidad, [en México] las parejas que quieran celebrar su unión ante una religión, deben también hacerlo frente a un juez civil.

Ahora, más que nunca, el amor está presente en la unión del matrimonio, un gran logro que ha perdurado a lo largo de los años y que, da libertad a una vida en pareja más plena y feliz.