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En los últimos años, el cine mexicano se ha abierto paso entre la industria y a paso firme ha demostrado tener lo necesario para competir con otras producciones internacionales y destacar en festivales cinematográficos. A través de relatos profundos sobre la identidad cultural e innovadoras propuestas estilísticas, el cine nacional ha logrado no solo resonar en un ámbito global, sino también establecerse como una voz única y distintiva en el panorama cinematográfico contemporáneo. 

En el marco del día nacional del cine mexicano, te compartimos cinco películas que han destacado en festivales internacionales.

Noche de fuego (2021) — Tatiana Huezo

Noche de Fuego, la película de la salvadoreña Tatiana Huezo abre con la pequeña Ana cavando un hoyo para esconderse, las tropas militares han estado rondando la zona, es tiempo de cultivo y cuando las camionetas negras se acercan a las casas, todos saben lo que significa: es momento de esconderse.

Así es la vida de Ana, María, Paula y cientos de niñas que viven bajo el yugo del crimen organizado en nuestro país. Noche de Fuego es un doloroso retrato de la fragil realidad de muchos. Una película en donde los protagonistas no son los personajes, sino el miedo, la angustia, el enojo y la desesperación. Donde la tranquilidad pareciera ser un lujo y como dice Ana, en donde “lo mejor que te puede pasar es ser una niña fea”.

El film, que fue acreedor de Un Certain Regard Special Prize en el festival de Cannes del 2021, es la primera producción cinematográfica de ficción de Huezo, pero que aún así se acerca a los tintes documentalísticos del resto de sus entregas.

Ya no estoy aquí (2019) — Fernando Frías de la Parra

Una película que habla de la identidad, del sentido de pertenencia, de ser alguien aquí y ya no serlo allá y cómo, al paso del tiempo, ya no se es ni de aquí ni de allá. Porque somos víctimas de nuestra propia historia y de los momentos que hoy ya no existen. Esa es la belleza de lo efímero, que se queda dentro, de forma intrínseca aunque ya no esté, como las “Kolombias” que ya no son, sino más que parte de un pasado colectivo marginado. Y que fue solo, en una área muy específica en los alrededores de Monterrey.

Ya No Estoy Aquí, le dio a las “Kolombias” y a los “Terkos” y a los del símbolo “Star” un lugar que se había esfumado, pero que ahora queda plasmado, para siempre en una cinta de 112 minutos y que le dio pulso al cine mexicano —como muchas otras películas— en festivales y galardones del cine internacional.

Una muy acertada forma de Fernando Frías de la Parra de darle vida a través del cine a algo que se había esfumado no solo de la memoria de los que lo vieron de fuera, sino también de la cotidianidad de quiénes lo vivieron de primera mano.

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Sin señas particulares (2020) — Fernanda Valadez

Una película desgarradora, desoladora, angustiante, que pone el dedo en una de las llagas sociales de nuestro país: las desapariciones.

Magdalena es una madre afligida que se adentra en un doloroso viaje en el árido desierto mexicano en busca de su hijo desaparecido. Una narrativa que se teje desde la frustración que deja un sistema marcado por la corrupción y la indiferencia.

Sin señas particulares es el retrato de los sentimientos de angustia y desesperanza que embargan no solo a Magdalena, sino a miles de mexicanos que se enfrentan a preguntas sin respuestas sobre el paradero de sus seres queridos.

Un retrato casi documentalista que duele tanto como la incertidumbre de miles y miles de casos como el que muestra Sin señas particulares y que hizo a este film acreedor de diversos premios cinematográficos tanto nacionales como internacionales. Una historia que revive una herida que cargan miles de mexicanos y que nos apachurra el alma a todos.

Tótem (2023) — Lila Áviles

Un maravilloso retrato de todos los pequeños universos que se viven dentro de un lugar en común: el hogar. Una película que aborda desde la perspectiva de una niña de siete años, las relaciones interpersonales, la familia, el caos, el amor, la tristeza y el profundo miedo a la pérdida.

Áviles logra, con su segundo largometraje, una historia que cala, que incomoda, que duele. Un duelo adelantado que se vive ante una familia que se desmorona desde las raíces como consecuencia del fatídico mañana que todos saben inevitable.

Una fiesta que se antoja despedida, lágrimas que no se derraman, abrazos que no se olvidan. Tótem —que fue acreedora a ocho premios en festivales internacionales de cine— es todo eso que nos apachurra el alma y, también, todo eso que nos enternece hasta los huesos.

Sueño en otro idioma (2017) — Ernesto Contreras

Una cinta que aborda un tema poco común: la desaparición de lenguas y dialectos en nuestro país. Sueño en otro idioma sigue la aventura de Martín, un lingüista que se adentra en una selva para estudiar el zikril. Durante su estancia, descubre que los últimos dos hablantes del idioma, dos ancianos que fueron amigos en su juventud, ahora están en un profundo conflicto y no se hablan.

A medida que se adentra en el origen de su enemistad, Martín desentrañará una historia de traición, amor y viejos rencores, revelando el poder de las palabras para sanar heridas y conectar profundamente con las personas.

Este film, que fue premiado en el festival de Sundance, explora la importancia de la preservación cultural, la comunicación, el amor y el profundo significado de la reconciliación porque en la vida, el pasado es inexistente y solo se tienen el regalo del presente.